¡Maricón!, este término tan manido, que ha encarnado la angustia de tantos niños y adolescentes en colegios e institutos ha perdido su carga peyorativa. Desde que los gays hemos ganado en “normalización” y visibilidad está muy mal visto usar “maricón” como un insulto, y deja en muy mal lugar a quién lo usa. ¿Alguien se imagina que surtiera efecto el insulto “maricón” proferido contra Jorge Javier, contra el Ministro de Industria o contra Maxim Huertas?… daría risa.
El susodicho término viene de la abreviatura de María ya que se asimilaba, desde la Edad Media, a los homosexuales con pluma con las mujeres. Y el diminutivo era “Marica”, y de ahí… maricón.
Pero en España podemos darnos con un canto en los dientes, pues en Francia, por ejemplo, el término que se usa es pedé, que viene de pederast, que significa pederasta. Los franceses, el súmmum de la sofisticación y el buen gusto, asimilan la homosexualidad al abuso de niños.
Pero la crueldad puede ser mayor. Italia se lleva la palma con el término finocchio, en el que muchos ven el significado “caer de hinojos”, arrodillarse para practicar sexo oral. Pero en italiano rodilla se dice ginocchio y no finocchio. El verdadero origen de la palabra es más cruel aún, hace referencia al hinojo, porque se envolvía a los homosexuales condenados en hojas de esta planta para retardar su agonía entre las llamas.
De igual modo Inglaterra usa el término faggot para los homosexuales, que quería decir ‘haz de leña’ y se relaciona con la leña con que los homosexuales eran quemados vivos por su pecado.
Así que ya sabéis, ¡a disfrutar maricones!, que vivimos buenos tiempos.