Cierto es que afortunadamente en éste nuestro país, las cosas para el colectivo gay han cambiado notablemente para mejor, en los útimos 25 años.
Pasamos de estar considerados maleantes , enfermos, e indeseables a vivir nuestra realidad cotidiana de una manera bastante normalizada, siendo España un ejemplo a seguir por otros países a la hora de reivindicar los derechos del colectivo.
Todo esto, si lo miramos por encima, sin profundizar, puede parecer una situación idílica, podemos andar por la calle con cierta libertad, sin correr el riesgo de que nos apedreen, llevar de la mano a nuestra pareja, ir a clubs, discos, pubs, donde dar rienda suelta a nuestra manera de ver y disfrutar de las cosas, y hasta podemos casarnos…
Pues no es así, si realmente analizamos la situación, las cosas no son tan rosa como quieren o queremos creernos que lo son, si es cierto que hay más libertad, si es cierto que tenemos una sensación de poder hacer lo que queremos sin tener demasiados problemas, pero simplemente es una irrealidad cotidiana, una especie de burbuja que hemos construido dentro de la que vivimos bien, pero que fuera de ella las cosas son bastantes distintas.
No todo es tan bonito, sigue habiendo gente que vive en un pequeño pueblo perdido de Dios, que se siente discriminada por su opción sexual, que no puede demostrar afecto público a su pareja, porque en el momento que lo haga va a ser el centro de escarnio de sus vecinos.
Hay chavales que siguen sufriendo el acosos de sus bárbaros compañeros de instituto por el simple hecho de ser diferentes y no apuntarse al equipo de fútbol o hacer el burro con los demás.
Sigue habiendo gente que tiene que ocultar con quien vive, porque si en la empresa para la que trabajan se enteran, los ponen de patitas en la calle o en la picota.
Se sigue sufriendo en algunos casos la incomprensión de la familia, que lleva a que algunos jóvenes, decididos a vivir su opción de manera libre, se vean totalmente rechazados por sus propios padres.
Mientras, muchos nos dedicamos a pasear tranquilamente por ghetos como Chueca, burbujas de color de Rosa, en las que la libertad tampoco es tan real, ya que lo que prima es el negocio y el marketing.
Lo más triste de todo esto, es que una vez hemos conseguido algo a lo que nos acomodamos en poco tiempo, olvidamos la lucha, la defensa, y nos adormecemos.
Hasta ahora el matrimonio era posible, ahora con los pptólicos en el poder, poco nos va a durar, volveremos al oscurantismo, se verán mermadas nuestras libertades, a ver si eso hace que volvamos a ser más sociales, a preocuparnos más por la generalidad de nuestro colectivo y dejemos de mirarnos tanto el ombligo.
Dicen que hasta lo malo tiene su parte buena, desde luego, asi a voz de pronto, esta vuelta radical que ha dado España hacia la derecha, no tiene nada de bueno, pero si eso hace que volvamos a pensar en los demás, a pensar en reivindicar lo que nos pertenece y que nos quieren quitar, ya tiene algo de bueno.
A veces una sacudida a las conciencias es una manera de poner en marcha un motor que se había parado… esperemos que ese motor con un poco de lubricante vuelva a funcionar…