A la mañana siguiente de una noche de copas, la mayoría de las veces ocurre lo que paso a relatar.
Antes de echarnos a la calle por la noche, en casa, comienza el ritual. Es casi tan complicado con el que tenían los indios Arapahoe con sus pinturas de guerra y sus penachos de plumas, antes de ir a la batalla.
Las noches de copas pueden ser a veces como una batalla…Hemos ido la tarde anterior a la peluquería a retocar el corte, nos afeitamos o nos recortamos la barba, que ahora se lleva mucho y da un toque varonil. Aprovechamos la ducha para exfoliarnos la cara, mascarilla, tónico, hidratante…y lo que haga falta para tener el mejor aspecto. Prácticamente es una sesión de chapa y pintura.
Ya tenemos elegido el modelito, uno que nos realce los atributos, que deje constancia del peso que hemos perdido y de las horas de gimnasio de la semana. Si el modelito es un muestrario de marcas, mucho mejor, que la gente se fija en todo.
Llegamos al campo de batalla, es decir, cualquiera de los locales de moda. Pero ahora parece que sólo se liga por Internet, la gente viene con los deberes hechos de casa. Nadie liga ya en directo, esto ha quedado como una práctica elitista para «chulazos despampanantes».
El común de los mortales agotamos la hora de cierre de los locales; nos bebemos hasta el agua de los floreros, porque estar en un bar con las manos vacías es pecado…; metemos barriguita y echamos mil miradas a ver si nos corresponden. Pero la mayoría de mañanas amanecemos en casa solos, con resaca y remordimientos por habernos gastado más de la cuenta…
¿Cómo son tus mañanas tras una noche de copichuelas?