Hace tan sólo dos días que Antonio Gala, el escritor romántico del siglo XX, ha hecho público en su columna “La tronera”, del periódico «El Mundo», que sufre «un cáncer de difícil extirpación». El literato ha definido la enfermedad como “un camino incómodo, que lleva o no a la muerte con o sin rapidez”. Gala se lamenta de no poder poner fin a su enfermedad con una intervención quirúrgica, pero el cáncer está demasiado extendido, por lo que prevé un largo tratamiento.
En su obra como novelista, dramaturgo, poeta, ensayista y articulista se puede observar el sello decadente de la postguerra española, ya que nació en 1936. A pesar de pertenecer a una familia acomodada de Ciudad Real, Antonio ha sabido captar las miserias de la vida con cierto aire romántico del XIX.
El novelista del bastón perpetuo ha sido galardonado en multitud de ocasiones: el Premio Nacional Calderón de la Barca en 1963, por “Los verdes campos del Edén”; son destacables sus ensayos, “En propia mano”, “La soledad sonora”, “Dedicado a Tobías” y “Charlas con Troylo”, con el que consiguió el Premio César González Ruano de Periodismo en 1981; su novela “El manuscrito carmesí” alcanzó el Premio Planeta en 1990; el último galardón destacable que ha obtenido es el Premio Nacional de Literatura en 1992, por “Los buenos días perdidos”.
Esperamos que se recupere, burle un vez más a la muerte y nos regale más ironía y buenas letras.