Elizabeth Taylor ha fallecido a los 79 años en Los Ángeles, su corazón se ha parado. La muerte de Liz supone el fin del “Hollywood Dorado”, el de los ’40 a los ’60. Sus dotes interpretativas, innegables en películas como “Una mujer marcada”, y una belleza inusual: ojos violeta y piel alabastrina, la hicieron merecedora de dos premios Oscar.
La herencia que nos deja son 50 películas, muchas obras maestras, una existencia vivida al extremo y un ejemplo de apoyo a la lucha contra el sida por ser la primera persona destacada en subvencionar esta causa. En 1985, la muerte de su íntimo amigo Rock Hudson la concienció para siempre, adoraba a Hudson.
La Metro Goldwing Mayer hizo de Liz una estrella rutilante, la más grande desde la Garbo. Su participación en “Gigante”, con James Dean, fue el comienzo de su amistad con Rock Hudson, que ya duraría hasta la muerte de este.
“La gata sobre el tejado de Zinc” le permite un gran duelo interpretativo con Paul Newman, que hace el papel de un homosexual casado para mantener las apariencias y que sufre por la muerte de su mejor amigo y amante.
“He tenido la enorme suerte de haber conocido un gran amor. Y nunca me he sentido tan viva que cuando veía a mis hijos alegrarse por algo, nunca tan plena como cuando asistía a una gran interpretación y nunca tan rica como cuando conseguía un gran cheque para la lucha contra el sida”, esta declaración de Taylor podria servirle de digno epitafio.